Con un espectáculo carnavalesco, Río de Janeiro despidió el domingo los primeros Juegos Olímpicos realizados en Sudamérica. Y aunque habrá brasileños que sientan «saudade» (algo como nostalgia), muchas personas respirarán aliviadas cuando se extinga la llama del pebetero.
Thomas Bach, pesidente del Comité Olímpico Internacional, declaró cerrados los juegos olímpicos en Río 2016 e invitó a los jóvenes a prepararse para la nueva cita, dentro de cuatro años, en Japón.
«Fueron unos Juegos Olímpicos maravillosos en una ciudad maravillosa», dijo Thomas Bach, ante la aclamación del público.
Tras los discursos de Bach y el alcalde Río Eduardo Paes, la llama se apagó, y el gran compromiso que debió cumplir la ciudad brasileña quedó atrás.
La ceremonia de clausura comenzó con la cuenta regresiva, marcada por un reloj de pulsera como el que usó Alberto Santos Dumont, el brasileño considerado además pionero de la aviación y homenajeado en el espectáculo. Los brasileños afirman que un amigo de Dumont ideó ese tipo de reloj para que el aeronauta pudiera ver la hora mientras operaba su avión.
Tal como lo hizo en la ceremonia inaugural hace más de dos semanas, Brasil apeló de nuevo a su música como carta credencial para conmover al mundo. Un frenético ritmo de Sambódromo marcó la entrada de un grupo de bailarines con trajes multicolores.
A la manera de una bandada de papagayos, formaron en la cancha del Maracaná las siluetas de lugares emblemáticos de Río, como el Pan de Azúcar y los Arcos da Lapa. El cantautor popular Martinho da Vila interpretó después «Carinhoso», un viejo tema de 1917.
Los primeros Juegos efectuados en un país latinoamericano, los de México 1968, ilustraron que esa nación era capaz de sacar adelante un suceso de esta envergadura, pero quedaron marcados por la matanza de estudiantes, cometida apenas 10 días antes de la ceremonia inaugural.
La secuela latinoamericana en Río no podrá relatarse dentro de años sin hacer mención a los sobresaltos por los que pasó su organización o a la crisis política y económica que castiga al país desde meses antes de que fuera anfitrión del mundo.
Como un simbólico capricho meteorológico, los nubarrones negros cubrieron Río de Janeiro desde las horas previas a la inauguración. Un viento intenso soplaba en el Maracaná, meneando las tramoyas donde están emplazadas las luces y haciendo que cayera con estrépito al menos una valla de seguridad en la entrada del famoso estadio.
Cuando atletas de todos los países entraron con sus banderas para ocupar sus asientos a nivel de cancha como los agasajados del festejo, un aguacero se abatió sobre ellos.
Los ganadores de la maratón recibieron las medallas en la ceremonia del Maracaná. Plata: Feyisa Lilesa de Etiopía (i), Oro: Eliud Kipchoge de Kenia (c), Bronce: Galen Rupp de Estados Unidos (d).
La posta para Tokio
En un espectáculo donde se conjugó el símbolo del sol rojo de la bandera de Japón, la gobernadora de Tokio recibió la bandera olímpica.
Luego, se presentó un espectáculo de luces, bailarines y videos en los que aparecieron la gatita Kitty, así como el primer ministro Shinzo Abe como el personaje de videojuegos Mario Bros.
Brasil se tomó la revancha en fútbol
A nadie le importa ya en Brasil que su país ocupe el decimotercer puesto del medallero, a la altura de Jamaica, Kenia o Croacia.
Porque los Juegos de Río son los Juegos de Usain Bolt, Michael Phelps, Simone Biles… y de Neymar.
La seleçao colgó al fin en su vitrina el único trofeo importante que le quedaba por ganar, acabando con una maldición que duraba toda la vida.
«Hoy hemos hecho historia. No encuentro palabras para describir este sentimiento», sostuvo el delantero muy emocionado.
Como los héroes cuando realizan una gran gesta, Neymar decidió dar un paso a un lado y quedarse en un segundo plano a partir de ahora.
«Hoy me he consagrado campeón y entrego el brazalete de capitán, fue algo que recibí y la honré con cariño. Fue un honor ser el capitán pero a partir de hoy dejo de serlo», señaló el crack.
Lo que no pudieron conseguir mitos como Romario o Ronaldo lo hizo Neymar, que sirvió de inspiración y le entregó el testigo dorado este domingo a su selección masculina de voleibol.
En un país donde el fútbol es religión, el voleibol es el segundo deporte más importante. Y uno en el que la auriverde también consiguió espantar sus fantasmas más de una década después.
Brasil llegaba a su cuarta final consecutiva pero había perdido las dos últimas. Este domingo, contra Italia, cambió su suerte.
Como en 2004, cuando derrotó a la Azzurra en su último título olímpico, la Canarinha se consagró rey del voleibol mundial en tres parciales de 25-22, 28-26 y 26-24.
Historias paralelas que se cruzaron por fin en Rio. Las dos medallas más esperadas se quedaban en casa.
De Maratón al Dream Team
El decimosexto y último día de los Juegos de Rio comenzó, como es habitual en cada cita olímpica, con la tradicional carrera que recrea el recorrido desde la ciudad griega de Maratón en 1896 a la capital Atenas.
El keniano Eliud Kipchoge, en hombres, y su compatriota Jemima Sumgong, en mujeres, arrancaron la última fecha con sendos triunfos en la última carrera en Brasil.
Los estadounidenses lideraron el medallero con 121 medallas, 46 de ellas de oro, y Gran Bretaña (67-27) y China (70-26) completaron el podio.
Brasil acabó como la primera latinoamericana, en el decimotercero puesto, con siete metales dorados y 19 en total.
La última presea, la número 306, se la colgó el Dream Team de básquetbol estadounidense, que divirtió al público con una abultada victoria 96-66 ante Serbia.
Los Carmelo Anthony, Kevin Durant, Kyrie Irving y compañía regalaron un último gran espectáculo al mundo antes del comienzo de la ceremonia de clausura, que cerró definitivamente los primeros Juegos en Sudamérica. (D)
Fuente: www.eluniverso.com
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