El Real Madrid volvió a decepcionar. Es un equipo que cuando parece que se levanta vuelve a caer de forma estrepitosa. El diagnóstico del enfermo lo tiene muy claro Zidane porque se repite desde el famoso 7-3 contra el Atlético de pretemporada. Hasta en cinco partidos, el francés ha dicho lo mismo al final del encuentro en la sala de prensa, pero lo más preocupante es que no ha servido para corregirlo. En los cinco casos, el problema se puede resumir en una frase: «No podemos entrar así a los partidos y nos ha faltado intensidad».
Si lo tiene tan claro Zidane y los propios jugadores, que casi siempre refrendan después en zona mixta las palabras del técnico, resulta extraño que nadie haya sido capaz de remediarlo, empezando por el entrenador.
Además del derbi, Zidane insistió con lo mismo en el empate frente al Villarreal, que se adelantó por dos veces en el marcador. Después vino el mismo resumen tras la derrota en París y después de que los franceses se pusieran 2-0 en sus dos primeros disparos. Algo similar ocurrió con el Brujas, que también se puso 0-2 después de otro inicio de partido calamitoso de los blancos, que empataron gracias a la reacción en la segunda parte.
El último caso acaba de producirse en Mallorca. A Zidane tampoco le gustó cómo salió su equipo al campo e insiste en que es el gran problema porque encajan un o más goles y ya se ven obligados a jugar a remolque.
El discurso de Zidane no cambia y si hay otra realidad, al menos de momento, el entrenador no quiere decirla. El francés siempre ha protegido a sus jugadores tras las derrotas y la única crítica es la falta de intensidad en los comienzos de partido.
El problema para Zidane es que los resultados mandan y sabe de sobra que no basta con decirlo sino que cuenta encontrar soluciones. Y sabe que si su Madrid no es más fiable, ni él ni nadie está a salvo.
Fuente: www.marca.com
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